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viernes, 15 de abril de 2016

4) DESARROLLO DE LA GUERRA

A.- La incubación: 31 de julio a 31 de diciembre de 1926

El 31 de julio de 1926 el episcopado anunció su decisión de suspender el culto público, fue entonces cuando las personas comenzaron a asistir con el propósito de “arreglar sus conciencias” estas personas venían de todos los ranchos circunvecinos confundidos por el cierre de la iglesia. Ante la multitud tratando de confesar sus pecados, los sacerdotes no tenían tiempo para hacer otra cosa, sin embargo no les fue posible confesar a tanta gente. La ley arbitraria dictada por Plutarco Elías Calles no sólo consistía en cerrar los templos sino que, “Dios tenía que salir de ahí” Sin embargo, estaba la puerta del templo abierta y los fieles por la tarde iban a rezar el Rosario y a llorar sus culpas, en ese entonces el ambiente era demasiado serio, a tal punto que una persona charlara en la calle con otra era considerado un delito grave.

La última misa se dió a la 12:00 a.m. en donde la adoración nocturna, las asociaciones piadosas y las agrupaciones católico-sociales con sus contingentes y banderas respectivas hicieron acto de presencia como todos los fieles en general. Posteriormente, “La necesidad de Dios” no se hizo esperar, las personas que vivían retiradas de los sacramentos se acercaban al confesor para pedir perdón por sus pecados, otros que vivían en amasiato pidieron que se les uniera en matrimonio y se notó una gran cantidad de bautismos.

Los obispos desde el comienzo, habían declarado que la Iglesia no podía consentir ver a la religión sirviendo de bandera a un grupo político y mucho menos aprobar el levantamiento armado, ya que esto sería perjudicial para el pueblo y para el país. Pascual Díaz declararía para el New York Times en agosto de 1926: ‘La Iglesia es absolutamente opuesta al uso de la fuerza armada para solucionar los problemas mexicanos.’ El Arzobispo de Monterrey mencionaba a sus feligreses: ‘No será nunca lícito recurrir a la rebelión o a la violencia para recobrar los derechos actualmente negados a los católicos. Cuando no se puede impedir el mal con los escasos medios legales que quedan hay que limitarse a una actitud pasiva, sin olvidar jamás el respeto debido a las autoridades, como representantes de Dios, pues si ellas abusan del poder no nos corresponde pedirles cuentas”. Todos los obispos adoptaron la misma ideología y la transmitieron a sus comunidades.

Posteriormente, el gobierno había ordenado a las autoridades municipales que no devolvieran jamás las iglesias a comités vinculados al clero, además de cerrar y sellar todos los edificios anexos a los templos y finalmente, que hicieran inventario de estos; como era de esperarse, los católicos no podían ayudar a redactar dichos inventarios. Las autoridades de Sinaloa y de Coahuila consultaron al clero en cuanto a la convivencia de la formación de juntas vecinales lo que permitió la apertura de las iglesias sin incidentes, sin embargo estos dos estados fueron la excepción. La población local, apegada a sus iglesias , vio en el inventario una profanación y reaccionó con extrema violencia.

El presidente no podía creer la resistencia del pueblo, pues no veía más que beatas y ancianos en las filas de los manifestantes, creía que los católicos carecían de virilidad… cuando en realidad la lucha estaba por comenzar.

Dos días antes de la suspensión de los cultos, un miembro de la comunidad católica fue fusilado en Puebla, por haber cometido el crimen de tener afuera de su tienda un cartel con la leyenda: “¡Viva Cristo Rey!”, futuro grito de guerra de aquellos a quienes el gobierno llamaría en tono de burla: “Cristeros”.

Los inventarios del mes de agosto acabaron de movilizar a la población, donde hubo resistencia, los pueblos fueron sitiados y las iglesias defendidas por centenares de manifestantes. El traumatismo experimentado la noche del 31 de julio es el origen directo de la insurrección. A la mañana siguiente Aurelio Acevedo preparaba sin más tardanza una guerra, visitando a todos sus compañeros del sindicato campesino de Valparaíso. En Cocula (Jalisco), desde el 1ero de agosto la iglesia estaba custodiada permanentemente por 100 mujeres en el interior y 150 hombres en el atrio. En agosto, se organizaron peregrinaciones de un pueblo a otro haciendo acto de fe públicamente; de San Martín Hidalgo, 9000 personas fueron descalzas a Cocula, llevando los estandartes de los sindicatos católicos; De Cocula, 11,000 personas marcharon a San Martín y de allí a Atemajac de Brizuela, en dichas peregrinaciones se cantaba el himno guadalupano ‘Viva Cristo Rey’. El 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe dió motivos para nuevas peregrinaciones, que eran otras tantas asambleas públicas de la Unión Popular en las cuales se cantaban los misterios del rosario y se discutía la opción de tomar las armas.


Los choques con el gobierno se multiplicaban y Victoriano Ramírez (futuro gran jefe de guerra de los Altos de Jalisco) dijo: ‘No hay más remedio nomás de echar cocolazos’. Esta opinión era compartida por los pueblos de Michoacán, Jalisco y Durango, cuyos habitantes reunidos en asamblea se preguntaban: “¿Qué vamos a hacer?” contestando al unisono: “¡Una revolución!.

El 2 de agosto en Acámbaro la multitud amotinada asesinó a dos ingenieros, ya que, los habían confundido por militares por su atuendo color caqui, ante esto, el gobierno hizo fusilar a numerosas personas como represalia.

Fueron los enfrentamientos entre el gobierno y los “cristeros” lo que ocacionó la guerra.




B. -La explosión (Enero de 1927)

“Señores, pongan cuidado, lo que les voy a cantar, se levantaron en armas los de la Unión Popular”.

En los primeros días de enero, toda la zona controlada por la Unión Popular (UP), es decir, el estado de Jalisco y las zonas límitrofes de Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán obedecieron la orden del levantamiento general decidido por todos los delegados de la UP.

En el norte de Jalisco. Jalapa, Chimaltitlán, Villa Guerrero, Florencia, El Teúl, Tlaltetango, Nochistlán, Momax, Juchipila, Bolaños, Colotlán y toda la región de los Cañones se sublevaba en masa en seguimiento a Pedro Sandoval, Teófilo Baldovinos y “Chema” Gutierrez. El 1° de enero, jefes de la UP se reunían y juraban “sobre el santo Cristo defender su Santa Causa de Cristo Rey y de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe hasta vencer o morir”, empezaron a unirse por grupos de 8 a 15 hombres dejando a sus esposas, armados con machetes y rifles viejos. El 15 de enero cayó Pedro Sandoval sobre El Teúl y el 18, uniendo sus fuerzas a las de Teófilo Baldovinos y Chema Gutiérrez sorprendió con 700 hombres al 40° batallón de Nochistlán, algunos días después, con Felipe Sánchez atacó la guarnición de Tlaltenango.

Los levantamientos se realizaron entre el 28 de diciembre de 1926 y el 10 de enero de 1927 en Jalapa, Tenayuca, Calvillo, Villa del Refugio, Plateado y Villanueva. De los 145 hombres de Gutiérrez, 85 estaban armados y en los demás grupos apenas había más de un fusil para 15 soldados. A fines de mes, Pedro Sandoval cayó preso y el gobierno pensó que la rebelión había sido “aplastada”, pero Sandoval logró escapar y en mayo, él, junto con Chema Gutiérrez reunieron a 1,300 soldados en la asamblea general en Totatiche. En todos los pueblos de esta región los jefes de la UP habían dado la orden precipitada  del levantamiento y en ciertos lugares la llegada del ejército provocó la insurrección inmediata.

La concentración se fijó para el 2 de enero, pero San Diego de Alejandría se levantó el 1°. Cecilio Valtierra encontró en el poblado una peregrinación de mujeres que de rodillas cantaban las alabanzas: ‘Tropas de Jesús sigan su bandera, no desmaye nadie, vamos a la guerra’. El 2 de enero a las 7:00 a.m. una multitud de hombres mal armados marchaba hacia San Francisco del Rincón, tomado ya por los de San Diego y de Purísima, cuando se supo que el ejército llegaba en camiones desde León no quedó más remedio que marchar a la montaña, en donde varios de los soldados declinaron, entre ellos, los que no tenían armas y otros regresaron a sus casas. Cuando las tropas del general Maximino Ávila Camacho llegaron, no encontraron a nadie.

Se estuvieron organizando juntas secretas y cuando el número de comprometidos llegó a 300, se fijó la fecha de levantamiento al 6 de enero. Días antes, el 2 de enero se había hecho una asamblea de la UP para decidir cuáles serían las actitudes ante las provocaciones del gobierno, el cual, todas las noches hacía disparar en las calles del pueblo.

El 8 y el 9 estalló el levantamiento y se fusiló al presidente municipal y al comisario agrario, a las 10 p.m. los cristeros escasos de municiones, tuvieron que evacuar, no sin haber dado muerte a 93 soldados, entonces, dió comienzo el saco de Cocula. Ante la represión, el vecindario apeló a la fuga. El 13 de enero, José Santos Aguilar y su hermano Francisco fueron decapitados, el coronel sería recordado por el pueblo como “Mano Negra”.

Los jefes de la UP de Ameca eran Julio Topete y Esteban Caro, el cual, llegó a ser el terror de los federales  a la cabeza de sus 500 cristeros. En enero de 1927, multitudes movidas por la creencia en el levantamiento general en toda la república y seguras de obtener la victoria trataron de repetir la toma de Jericó. En otros lugares, los movimientos de 1926 que habían sobrevivido seguían desarrollándose; por doquier, la consigna insurreccional tuvo el efecto de acelerar unos movimientos en vías de organización y obligarlos al almacenamiento inmediato cuando nada estaba dispuesto.

En todas partes, los jefes abrumados se convencían de que ya no era posible soportar una tan prolongada época de indecisión sin elementos ni dirección.




C. El ejército federal

El ejército federal se conoce en el pueblo con el nombre de Federación, abreviatura de Fuerzas Armadas de la Federación. El ejército mexicano es consustancial (inherente) con el gobierno, por así decirlo, es un instrumento que lo compone en parte, en esta rebelión, significó un “Brazo” para el gobierno y miraba a la Iglesia como su adversaria personal. A causa de la misma, el ejército recibió una gran “tajada” del presupuesto nacional, suma contada en millones de pesos (absorbía del 25 al 45% del presupuesto) siendo el presupuesto sobrepasado en 1929 a causa de la rebelión escobarista. La guerra, “Drenaje importante de los recursos financieros del gobierno” agravó la depresión económica desde 1926.

Es importante mencionar que el ejército sufrió una serie de descensos en su personal:
22 de junio de 1927       = 79,759 hombres
14 de febrero de 1928   = 76, 243 hombres
12 de junio de 1928       = 72, 441 hombres
11 de junio de 1929       = 70, 367 hombres
1 de diciembre de 1929 = 59, 596 hombres

D. La palabra y el ataque

Los Altos de Jalisco debían ser reconquistados inmediatamente, con objeto de que la rebelión no se extendiera y la UP  no tuviera tiempo de instalar su gobierno. La guerra fue una “sorpresa inaudita” para este pueblo que creía que una simple demostración de fuerza sería suficiente para derribar al mal gobierno. Los ricos y los poderosos, con los cuales se contaba para financiar el movimiento, huyeron a Guadalajara y a la capital de la República para no volver. Los Altos habían permanecido a salvo, relativamente, durante los años de la revolución e ignoraban el oficio de las armas. En cada pueblo reconquistado dejaba el ejército una guarnición, sin dejar jamás a los cristeros la ventaja del número. El secretario de Guerra: Joaquín Amaro, dirigió la campaña una vez que el general Ferreira, comandante de la zona militar se mostró ineficaz para el cargo.

Del 14 de enero al 28 de febrero, Ferreira con los refuerzos llegados de toda la República y la ayuda de los irregulares de Cedillo, concentrados sobre la región de San Francisco del Rincón lanzó cuatro ofensivas el los Altos y en el norte del estado.

E. La consolidación (Julio de 1927 julio de 1928: De la llegada del general Gorostieta a la muerte de Obregón)

El agregado militar norteamericano había advertido entre los cristeros la auscencia, notable de un jefe supremo. Se necesitaba  alguien que dirigiera el movimiento con inteligencia militar, creyó encontrar al fin este hombre en la persona del general Enrique Gorostieta, perteneciente a una familia de Monterrey, descendiente de un héroe de la guerra de la Independencia, un liberal dentro de la tradición del siglo XIX. La liga fue en busca de este hombre, el cual, en la fuerza de la edad y lleno de odio hacia Obregón y Calles, aprovechó la ocasión de vengarse, no dejando atrás la oportunidad de conseguir dinero; Entró al servicio de la Liga como mercenario, por $3000 oro al mes y la Liga suscribió además, un seguro de vida de $20,000.

En octubre y noviembre de 1927, cuando el ejército federal tuvo que ceder para hacer campaña en Veracruz, contra Gómez los cristeros llegaron a ser tan fuertes en Jalisco que los federales “ya no podían más”. A finales de enero de 1928 se podían calcular 25,000 cristeros en armas, activos en Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Aguascalientes, México, Zacatecas, Puebla, Oaxaca, Morelos y Veracruz.

En Michoacán, la concentración de las poblaciones civiles era echar leña al fuego, puesto que 8000 cristeros se encontraban armados en el oeste. En Guanajuato, la situación empeoraba y comenzaban a organizarse 2500 hombres; el alzamiento general era un hecho en Aguascalientes: 2000 cristeros, de los cuales 500 en los confines de Jalisco, 3000 en Zacatecas, 1200 solamente en el estado de México, donde el gobierno se vio obligado a lanzar 6 regimientos y 2 batallones en persecución a Benjamín Mendoza.

El prelado era más que clarividente; a mediados de 1928, los cristeros no podían ser vencidos, lo cual constituía una gran victoria; pero parecía a punto de caer. El asesinato de Obregón fue llevado a cabo por un católico: José de León Toral.

F. De la muerte de Obregón al Putsch Escobarista (Agosto de 1928 a febrero de 1929)

Durante 7 meses, la división creciente entre “La facción obregonista” frustrada de su triunfo por la muerte de su jefe y la “Facción callista”, que el genio político mantenía contra viento y marea, obraba a favor de los cristeros. En las tres grandes regiones en que los cristeros se habían implantado sólida y masivamente, proseguía la lenta ventaja sobre el ejército federal. En julio, el asesinato de Obregón había provocado una pausa de una parte y de otra dándole a Calles 7 meses para repararse. La guerra se reanudaba para los cristeros...

En febrero la situación se fue deteriorando rápidamente, tres cuadrillas operaban a partir de Guadalajara, Michoacán, Colima, Aguascalientes y Guanajuato. A mediados de mes, el gobierno federal se vio obligado a disminuir en un 30% los salarios de los funcionarios para financiar la campaña; el 10 saltó el tren presidencial y el 16 los sabotajes causaban tres catástrofes ferroviarias cerca de Cuernavaca, San Luis Potosí y Yurécuaro. El 20 de febrero y posteriormente el 25, entraron los cristeros en Guadalajara.

G. Apogeo del movimiento cristero (De marzo a junio de 1929).

A principios de marzo de 1929, los generales Manzo y Escobar se rebelaron contra el gobierno Calles-Portes. El bloque del noroeste contaba 25,000 hombres como máximo. Los pretorianos obregonistas, dueños de la situación en julio de 1928, habían aguardado demasiado y se habían dejado aislar geográfica y políticamente, su sublemación no tenía posibilidad alguna de victoria, por lo cual, los escobaristas trataron de ganarse a los católicos aboliendo la legislación de Calles en su zona y estableciendo un pacto con Gorostieta; este último hizo de la situación un análisis frío: Manzo y Escobar no eran más que unos generales sin escrúpulos y unos políticos hundidos, cuya improbable victoria no habría cambiado en nada la situación de la República, al contrario, la agrava.  

Finalmente se optó por una alianza. El 19 de marzo, los cristeros se quedaron con Cocula, al final, de una batalla en la que contendieron 1500 con otros tantos federales; mientras, en Colima y Michoacán los cristeros procedían a la misma limpieza de su región, Degollado podía escribir a Gorostieta: “La división del Sur de Jalisco está limpia de enemigos”.

El gobierno no podía dejar a los cristeros asentarse en el Bajío y tomar a Guadalajara por lo cual recurrió a los servicios de Saturnino Cedillo. Cedillo dividió sus 1200 hombres en tres columnas que abandonaron la vía férrea de Lagos para entrar en los Altos. Mientras una cubría los Altos para prevenir posibles golpes de mano del norte y del este.

Después de una serie de acontecimientos el movimiento cristero se hallaba en su apogeo: Gorostieta y Degollado disponían en el oeste de 25000 hombres armados y organizados, en el resto del país había 25000 mejor o peor organizados.


Gorostieta pensaba en la elecciones presidenciales como una salida posible, la otra solución fue la de los arreglos, trató de disuadir a los obispos poniéndolos en guardia contra sus protagonistas mostrándoles la fuerza de la guardia Nacional, sin embargo sabía que una vez hecha la paz, no le quedaría más remedio que inclinarse, porque en cuanto abrieran las iglesias se irían todos sus allegados. Él no luchó por la libertad religiosa únicamente, sino para todas las demás. 

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