La historia de un conflicto armado entre la Iglesia y el Estado en donde se llegó a prolongar desde 1926 a 1929, que se caracterizó por el levantamiento del pueblo católico, conocido como la Cristiada, al poner fin a un enfrentamiento que iba en contra de los fines perseguidos por ambas instituciones: la paz, el desarrollo y la justicia que era lo que permite que todos vivieran en libertad de acuerdo con su conciencia. La Cristiada mostró que el pueblo se sentía humillado en su fe y que, era capaz para desafiar a un gobierno de hierro y un ejército como era el de Plutarco Elías Calles, aunque en muchos ámbitos los aventajaban, en cambio había uno en el que no: el del sacrificio. Donde miles de mexicanos pelearon y murieron diciendo “viva cristo rey y viva la virgen de Guadalupe”.
La Cristiada es el nombre de esa guerra que sorprende a todos, personas e instituciones; la guerra sorprende al ejército y a su gobierno, a la Iglesia, a los insurgentes mismos que se lanzan sin más preparativos que os necesarios a la buena muerte; muerte que les espera después de la penitencia pública, de la peregrinación y de la súplica de la procesión y de la fiesta; ya que la guerra está al término de todo eso y es todo eso a su vez. Sobresale la contradicción espectacular que existe entre la lentitud y el estancamiento del conflicto político entre Iglesia y Estado, y el repentino estallido del levantamiento popular y pueblerino.



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