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viernes, 15 de abril de 2016

1) INTRODUCCIÓN








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La historia de un conflicto armado entre la Iglesia y el Estado en donde se llegó a prolongar desde 1926 a 1929, que se caracterizó por el levantamiento del pueblo católico, conocido como la Cristiada, al poner fin a un enfrentamiento que iba en contra de los fines perseguidos por ambas instituciones: la paz, el desarrollo y la justicia que era lo que permite que todos vivieran en libertad de acuerdo con su conciencia. La Cristiada mostró que el pueblo se sentía humillado en su fe y que, era capaz para desafiar a un gobierno de hierro y un ejército como era el de Plutarco Elías Calles, aunque en muchos ámbitos los aventajaban, en cambio había uno en el que no: el del sacrificio. Donde miles de mexicanos pelearon y murieron diciendo “viva cristo rey y viva la virgen de Guadalupe”.



La Cristiada es el nombre de esa guerra que sorprende a todos, personas e instituciones; la guerra sorprende al ejército y a su gobierno, a la Iglesia, a los insurgentes mismos que se lanzan sin más preparativos que os necesarios a la buena muerte; muerte que les espera después de la penitencia pública, de la peregrinación y de la súplica de la procesión y de la fiesta; ya que la guerra está al término de todo eso y es todo eso a su vez. Sobresale la contradicción espectacular que existe entre la lentitud y el estancamiento del conflicto político entre Iglesia y Estado, y el repentino estallido del levantamiento popular y pueblerino.



Una minoría apoyo a los cristeros; otra minoría los combatió y la mayoria se refugió en expectativa, dispuesta a seguir las órdenes romanas. Una minoría creía en la buena fe de los dirigentes revolucionarios y en la posibilidad de trabajar con ellos; otra minoría era desesperadamente contra revolucionaria, porque era apasionadamente antimasónica, antiliberal, antídoto lo que oliera a novedad y la mayoría esperaba para saber quien ganaría y después reconocer a la autoridad definitiva. 
                                              

2) ANTECEDENTES


La gran ruptura que simboliza la revolución francesa conduce al debilitamiento progresivo de la iglesia y de su reemplazo en la medida de los posible, por el estado. Los antiguos compañeros se han hecho enemigos. Hace mucho que se conoce el papel pacificador de la Iglesia en la Nueva España; mediadora en los conflictos que oponen al pueblo con el Estado, interviene también en las luchas de las clases y da al poder su legitimidad.


Ahora bien, la ofensiva secularizadora de los Borbones conduce a la disidencia a una parte del clero que tiene un papel decisivo con la ruptura con España y las guerras de independencia.


Los conflictos que en el siglo XlX enfrentan a la iglesia y los Estados son una herencia de las guerras de independencia. El nuevo estado se siente amenazado por los clérigos.



Los liberales quieren romper las cadenas del modo de producción anterior instaurando la libre circulación de los productos y de los hombres y de ahí la secularización de los bienes del clero y la abolición de las órdenes religiosas. Igualmente, intentaron quebrar “oscurantismo” y el “fanatismo” religiosos, instaurando la libre circulación de las ideas.
La relaciones entre la Iglesia y el Estado son forzosamente conflictivas, y la sumisión al poder poder civil, hasta entonces vivida tranquilamente como un lazo administrativo, se politiza durante las guerras civiles que enfrentaron a liberales y conservadores.


Artículos polémicos de la constitución de 1917.

La Constitución de 1917 había tocado el punto de fricción entre conservadores y liberales, era algo característico del siglo XIX, sobre la iglesia como una institución y sus atribuciones ; no sólo se confirmó la separación Iglesia/Estado, sino que llegó a negar la existencia jurídica de la Iglesia. Pero como lo expresa Blancarte (1993), “la existencia de una legislación restrictiva no era suficiente para imponer el silencio a una institución como la Iglesia Católica”, la promulgación de la constitución y la reglamentación de sus artículos causaron una gran reacción dentro del grupo eclesiástico, cuya expresión más palpable fue denominada Guerra Cristera, oficialmente comprendida en el periodo de 1926-1929.

Los artículos con mayor polémica fueron, Los relativos a las Iglesias, que niegan los derechos que antes habían gozado:

Artículo 130 sobre la personalidad jurídica: no reconoce la personalidad alguna a las agrupaciones religiosas denominadas Iglesias. Además “las publicaciones periódicas de carácter profesional no podrán comentar asuntos políticos nacionales [...]”.

Artículo 3° sobre la enseñanza: prohíbe a ministros de culto y las corporaciones religiosas establecer y dirigir escuelas primarias.

Respecto al matrimonio: es un contrato civil de exclusiva competencia del Estado (artículo 130); el culto público debe confinar al templo y se le concede a todo hombre libertad para ejercer los actos de culto siempre y cuando no se constituyan un delito penado por la ley (artículo 24°).

Sobre la libertad de cultos y de conciencia. La constitución de 1917 concede libertad de cultos pero con restricciones como:

Se ejercitarán en los templos o domicilios particulares.
Han de estar bajo la vigilancia de la autoridad.
La ley puede crear delitos de culto.
También ataca la libertad de conciencia al prohibir los votos religiosos (artículo 5°).

LA CONSTITUCIÓN DE 1917 VS. LOS TEÓCRATAS:

A Huerta lo derrotaron las fuerzas revolucionarias al mando de Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército constitucionalista quien gobernó a partir de 1914, quien sería el Primer Presidente de México a partir de la promulgación de la nueva Constitución. El presidente estadounidense Wondrow Wilson no le extendió el reconocimiento a Carranza, sino hasta octubre de 1915. El Congreso Constituyente de Querétaro aprobó una nueva Constitución en 1917, en la cual tuvo mucha influencia del general Francisco Javier Múgica, delgado del estado de Michoacán.

La carta Magna contenía 130 artículos; de ésos, el 3, el 5, el 24, el 27 y el 130 restringen la actividad del clero. El artículo 130 le prohibía a los partidos políticos tener una afiliación religiosa. Quedan prohibidas las órdenes religiosas; el clero no podía poseer propiedades , ni enseñar, ni votar. Asimismo, se restringía el número de sacerdotes. Otros artículos otorgaban tierra a los campesinos desposeídos, nacionalizaban los derechos petroleros cedidos a los inversionistas extranjeros, consagran el principio de la igualdad entre trabajadores y patrones, y establecen un sistema moderno de educación pública. El 17 de abril de 1917 Carranza fue elegido presidente bajo la nueva Constitución, pero no aplicó los artículos mencionados, pues cada artículo de la Constitución requería que el Congreso aprobase una ley orgánica para instrumentarlos.

A fines de 1919 un grupo de católicos creó un nuevo partido político para intervenir en las elecciones venideras: El Partido Nacional Republicano. Sus dirigentes más prominentes estaban vinculados estrechamente con el antiguo Partido Católico y con el movimiento de Acción Católica de la época de Madero. El comité ejecutivo la encabezaba Rafael Cisneros y Villarreal (ex gobernante de Zacatecas).

René Capistrán Garza y Luis M. Flores. Cuando Carranza escogió  a Ignacio Bonillas como el candidato presidencial oficial, Álvaro Obregón, cuyo compromiso era la Constitución era la Constitución de 1917 y el desarrollo de México en tanto estado nacional soberano, encabezó el derrocamiento de Carranza, reemplazó a Bonilla como candidato oficial y, en septiembre de 1920, derrotó fácilmente al candidato católico Alfredo Robles Domínguez.

Como la elección de Obregón vino luego de una sublevación militar, los Estados Unidos no lo reconocieron al principio. El gobierno de Warren G. Harding tenía especial interés en lo establecido en la Constitución de México sobre la expropiación petrolera. Washington se mantuvo sin reconocer al nuevo gobierno hasta 1923, tres años después de Obregón llegar al poder.

Durante este período, Obregón no hizo nada por instrumentar los artículos de la Constitución que restringía la actividad política de la iglesia católica. Aunque la política de largo plazo de la iglesia consistía en exigir nada menos que el dominio clerical de toda la educación en México.

Obregón trato de resolver el problema de la tierra mediante el establecimiento de los ejidos (tierras comunales concebidas a los campesinos sin tierra). La Iglesia condenó estas reformas agrarias revolucionarias  porque no tomaban en consideración el “justo derecho de los terratenientes”, es decir,  de los hacendados.

En 1918 se formó la Confederación Revolucionaria  de Obreros Mexicanos  (CROM) para ayudar a los trabajadores urbanos. Los obispos mexicanos le prohibieron a los católicos unirse a esos sindicatos “socialista”.

Para los obispos bastaba que el Sílabo de errores había condenado el socialismos. Los reaccionarios, de la iglesia mexicana, al igual que los carlistas , procuraban reconstruir el mundo medieval que existía antes del Renacimiento Italiano. Con los gremios, esperaban restablecer el sistema de la Edad Media. Todas las organizaciones que se desarrollaron en el marco del movimiento de acción social se basaron en este concepto.

En 1920 los dirigentes de la acción social organizaron una Confederación de Asociaciones Católicas de México. Las juntas locales fueron designadas por obispos. En Jalisco, ocho sacerdotes dirigían la junta.




En 1921 se inició un movimiento para erigir un monumento a Cristo Rey en el cerro del Cubilete, cerca a la ciudad de León, Guanajuato. Para la iglesia esto significaba proclamar la ascendencia temporal de la religión católica en México. Es el mismo espíritu que llevó a los católicos a afirmar la primacía de la acción social sobre el programa del   gobierno.

Como puede verse de este caso, así como la política que siguió  Calles en cuanto llegó a la Presidencia, Obregón tenía más disposición a ser conciliatorio que Calles, tanto hacia los Estados Unidos en la cuestión petrolera, como hacia la Iglesia en la cuestión petrolera, como hacia la Iglesia en la cuestión religiosa. Calles les hacía el juego a los sinarquistas desde el Gobierno con un enfoque mucho más provocador.

El mismo Obregón comentó una vez “ El presente programa social del Gobierno que emana de la Revolución esencialmente cristiano, y complementa el programa básico de la iglesia católica”. Pero la iglesia mexicana siguió viendo a la Revolución como enemiga.

A principios de 1923 y principios de 1924, Obregón enfrentó y aplastó una rebelión armada encabezada por Adolfo Huerta, quien al igual que Calles, había sido su aliado en el derrocamiento de Carranza.

En octubre de 1924, se realizó un congreso eucarístico en la capital mexicana, en el que los obispos consagraron la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús. Pero debido a la amenaza de medidas legales del Gobierno, el congreso  terminó sin la anunciada peregrinación a la basílica de Guadalupe. A fines del mismo año, Obregón le entregó el mando del Gobierno a Calles. En otoños de 1925, el gobierno de Calles presentó ante el congreso su plan para poner vigencia a los controvertidos artículos 3, 27, 123 y 130 de la constitución. Sin embargo, sólo se instrumentó la parte del artículo 27 relacionado con la propiedades petroleras.




        A. MARCO POLÍTICO INTERNO

La crisis en todos campos, incluyendo la crisis económica, tiene sus consecuencias sociopolíticas. Sin la crisis no se entiende la violencia del enfrentamiento. En 1925-1926 se reúnen los problemas planteados por la preparación de la reelección de Obregón, el antagonismo entre la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana) y las otras organizaciones obreras (rojas como católicas). Desde 1925 el gobierno mexicano pelea durante con las compañías petroleras norteamericanas a las cuales quiere imponer una verdadera toma de control nacionalista.

        B. LA PRIMERA REVUELTA CRISTERA.

La primera revuelta cristera se registró en 1875 la cual fue caracterizada por no ser violenta o no matar a sangre fría, fue sofocada por Porfirio Díaz permitiendo el surgimiento de nuevas diócesis y la adquisición clerical de nuevas propiedades, pero la paz entre el gobierno y la Iglesia no duró mucho.







        C. EL CERRO DEL CUBILETE.
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En 1923 se registró un roce importante en los grupos religiosos y liberales, Monseñor Ernesto Philippi arzobispo de Bulgaria había puesto la primera piedra del monumento a Cristo Rey ubicado en el cerro de Cubilete, municipio de Silao, Guanajuato. El propio delegado apostólico ofreció l indulgencia plenaria a los asistentes a la inauguración del monumento: “Basta con que estéis presente en este histórico momento, aquí, en el cerro del Cubilete, y recibáis mi bendición, hijos míos, para que seiás exonerados, gracias a la infinita misericordia de Dios, de cualquier pecado cometido en este valle de lágrimas. El señor se apiade de todos nosotro“. El obispo de San Luis Potosí, Miguel Maria de la Mora, fungió como el orador principal en la proclamación de cristo como rey de México. El acto fue considerado como una violación del artículo 24 de la Constitución que prohíbe el culto externo. Por lo anterior, se le concede al delegado del Vaticano un plazo de tres días para abandonar el país




              D. GOBIERNO DE PLUTARCO ELÍAS CALLES.

plutarcoelias.jpgCuando el general Plutarco Elías Calles asumió la presidencia, después de la rebelión delahuertista, la cuestión religiosa no estaba a la orden del dia.

En 1924, Plutarco Elías Calles, siendo presidente, complicó más las relaciones entre el gobierno y los católicos, pues pensaba que un católico no podía ser un buen ciudadano, ya que tu primera lealtad era con Roma. Calles proponía un nacionalismo nuevo, en el cual los ciudadanos no deberían lealtad a nadie más que al propio Estado.

En 21 de febrero de 1925, Calles intentó crear una iglesia nacional con el apoyo de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana (ICAM) encabezada por el sacerdote regenerado, Joaquín Pérez. Lo cual significó una división dentro del catolicismo, pues la ICAM aparte de ser una Iglesia Nacional separada de la Iglesia Catolica Apostolica Romana proponía seguir la misma doctrina católica, pero sin relación alguna con el Papa, quedando como líder el mismo Pérez en calidad de patriarca.

La iglesia nacional se apoderó del templo de nuestra señora de la Soledad, ubicado a unas cuadras del mercado de la Merced en la ciudad de México, pero fallaron el intento, pues la parroquia fue recuperada el día 23 por el pueblo, hecho que ocasionó que un gran número de católicos se movilizaran para defender las iglesias.

El 4 de febrero de 1926, el periodista Ignacio Monroy, de el periódico El universal, publicó las declaraciones hechas por el arzobispo de México, José Mora y del Río, en rechazo al anticlericalismo de la Constitución, donde se establece que la iglesia pondría resistencia a cualquier intento de aplicar las leyes anticlericales y  ante esto Calles tomó la publicación como una ofensa  y un reto al gobierno, asi que ordenó al congreso reglamentar el artículo 130.

            E. LA LIGA NACIONAL DE LA DEFENSA DE LA LIBERTAD RELIGIOSA.
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La liga nació en 1925 de la reacción de los católicos al cisma de la Soledad. El proyecto era viejo, puesto que ya los alemanes habían hablado a los dirigentes seglares mexicanos del interés del “Bund” y que el P. Bergoënd, fundador francés de la ACJM (Acción Católica de la Juventud Mexicana), había preparado un proyecto de Liga en la época de Carranza. Nacida de una reacción de defensa, la Liga se convirtió inmediatamente en un movimiento político, llevada por los acontecimientos y embriagada por un crecimiento prodigioso. Agrupando la generación del catolicismo social, del Partido Católico Nacional y de la juventud combativa de la ACJM, y hallándose rápidamente a la cabeza de una inmensa tropa a llegada con demasiada facilidad, paso de la defensiva a la ofensiva, con la intención firme de tomar el poder y de ejercerlo por entero.

Mientras el PCN de 1911 no pedía otra cosa que colaborar con la revolución maderista, dentro del marco de una democracia parlamentaria, la liga, instruida por diez años de gobierno exclusivistas, afirmó un radicalismo intransigente  

3) CAUSAS



La Guerra Cristera dio inicio gracias a que una serie de medidas proclamaban la separación de la Iglesia con el Estado.

En 1917 se promulgó una nueva Constitución, en la que se estableció una política de intolerancia hacia la iglesia, en donde se desarrollaron problemáticas, gracias a que se dio la prohibición de la Iglesia para poseer bienes raíces, la prohibición del culto público fuera de las Iglesias, al clero se le negó el derecho a votar, y a la prensa religiosa se le prohibió meterse en asuntos públicos.


 

Artículo 130 de la Constitución.

En 1926 el Presidente Plutarco Elías Calles promovió cosas sobre el artículo 130 de la Constitución, con los que quería limitar o eliminar la participación de las iglesias en la vida pública.

En este artículo se desarrollaron los siguientes puntos:

Las Iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro. La ley regulará dichas asociaciones y determinará las condiciones y requisitos para el registro constitutivo de las mismas.

Las autoridades no intervendrán en la vida interna de las asociaciones religiosas.

Los mexicanos podrán ejercer el ministerio de cualquier culto, pero para ello deberán satisfacer los requisitos que señale la Ley.

En los términos de la Ley Reglamentaria, los ministros de cultos no podrán desempeñar cargos públicos, como ciudadanos tendrán derecho a votar, pero no a ser votados, quienes hubieren dejado de ser ministros de cultos con la anticipación y en la forma que establezca la ley, podrán ser votados.

Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna. Tampoco podrán en una reunión pública, en actos de culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios.

Queda estrictamente prohibida la formación de toda clase de agrupaciones políticas cuyo título tenga alguna palabra o indicación cualquiera que la relaciones con alguna confesión religiosa. No podrán celebrarse en los templos reuniones de carácter político.

La simple promesa de decir verdad y de cumplir las obligaciones que se contraen, sujeta al que la hace, en caso de que faltare a ella, a las penas que con tal motivo establece la ley.

Los ministros de cultos, sus ascendientes, descendientes y hermanos, así como las asociaciones religiosas a que aquellos pertenezcan, serán incapaces para heredar por testamento, de las personas a quienes los propios ministros hayan dirigido o auxiliado espiritualmente y no tengan parentesco dentro del cuarto grado.
Los actos del estado civil de las personas son de la exclusiva competencia de las autoridades administrativas en los términos que establezcan las leyes, y tendrán la fuerza y validez que las mismas les atribuyan.

Las autoridades federales, de los estados y de los municipios tendrán en esta materia las facultades y responsabilidades que determine la ley.

Estos puntos provocaron los disgustos de todas las personas creyentes de la religión.
Ley calles.

El 31 de Julio de 1926 se promulga la “Ley Calles”, que consiste en unas reformas al Código Penal; la cual prohibía:  
Los actos de culto
Suministro de sacramentos
Catequesis
Supresión de monasterios y conventos
Suprime la libertad de prensa religiosa y la expropiación de los templos

Las penas iban desde una multa, cárcel hasta un castigo “mas grave”, que era la muerte por fusilamiento.

Esta Ley entra en vigor en Julio de 1926; ante esta situación el Episcopado ordena la suspensión del culto como parte de una resistencia, ya que el número de sacerdotes que les permitiría ejercer el ministerio “bajo autorización del Gobierno” fue dado de manera arbitraria y era ilógico en comparación con las necesidades de cada estado.

Trato del Gobierno hacia la Iglesia Católica

El gobierno se opuso a muchas cosas que la Iglesia hacía y ante esta situación decidieron perseguir a los cristeros y consideraron ilegales los actos de culto realizados fuera de los templos transgresores, ya que dichos actos sólo podían hacerse en los templos y con un permiso por parte del gobierno; también decidieron que la persona que quisiera ejercer como sacerdote tendría que ser mexicano por la fuerza y se prohibió cualquier tipo de educación con carácter religioso.

Las iglesias del país suspendieron el culto y el clero convenció a la sociedad de ir en contra del gobierno no pagando impuestos, minimizando el consumo de productos comercializados por el gobierno, no comprando billetes de lotería, ni utilizando vehículos para no comprar gasolina.

La disminución del papel social de la iglesia también fue una causa, ya que se sancionaban a los funcionarios que asistían a actos religiosos, se confiscaron todas las propiedades eclesiásticas y se abolieron las órdenes monásticas.

4) DESARROLLO DE LA GUERRA

A.- La incubación: 31 de julio a 31 de diciembre de 1926

El 31 de julio de 1926 el episcopado anunció su decisión de suspender el culto público, fue entonces cuando las personas comenzaron a asistir con el propósito de “arreglar sus conciencias” estas personas venían de todos los ranchos circunvecinos confundidos por el cierre de la iglesia. Ante la multitud tratando de confesar sus pecados, los sacerdotes no tenían tiempo para hacer otra cosa, sin embargo no les fue posible confesar a tanta gente. La ley arbitraria dictada por Plutarco Elías Calles no sólo consistía en cerrar los templos sino que, “Dios tenía que salir de ahí” Sin embargo, estaba la puerta del templo abierta y los fieles por la tarde iban a rezar el Rosario y a llorar sus culpas, en ese entonces el ambiente era demasiado serio, a tal punto que una persona charlara en la calle con otra era considerado un delito grave.

La última misa se dió a la 12:00 a.m. en donde la adoración nocturna, las asociaciones piadosas y las agrupaciones católico-sociales con sus contingentes y banderas respectivas hicieron acto de presencia como todos los fieles en general. Posteriormente, “La necesidad de Dios” no se hizo esperar, las personas que vivían retiradas de los sacramentos se acercaban al confesor para pedir perdón por sus pecados, otros que vivían en amasiato pidieron que se les uniera en matrimonio y se notó una gran cantidad de bautismos.

Los obispos desde el comienzo, habían declarado que la Iglesia no podía consentir ver a la religión sirviendo de bandera a un grupo político y mucho menos aprobar el levantamiento armado, ya que esto sería perjudicial para el pueblo y para el país. Pascual Díaz declararía para el New York Times en agosto de 1926: ‘La Iglesia es absolutamente opuesta al uso de la fuerza armada para solucionar los problemas mexicanos.’ El Arzobispo de Monterrey mencionaba a sus feligreses: ‘No será nunca lícito recurrir a la rebelión o a la violencia para recobrar los derechos actualmente negados a los católicos. Cuando no se puede impedir el mal con los escasos medios legales que quedan hay que limitarse a una actitud pasiva, sin olvidar jamás el respeto debido a las autoridades, como representantes de Dios, pues si ellas abusan del poder no nos corresponde pedirles cuentas”. Todos los obispos adoptaron la misma ideología y la transmitieron a sus comunidades.

Posteriormente, el gobierno había ordenado a las autoridades municipales que no devolvieran jamás las iglesias a comités vinculados al clero, además de cerrar y sellar todos los edificios anexos a los templos y finalmente, que hicieran inventario de estos; como era de esperarse, los católicos no podían ayudar a redactar dichos inventarios. Las autoridades de Sinaloa y de Coahuila consultaron al clero en cuanto a la convivencia de la formación de juntas vecinales lo que permitió la apertura de las iglesias sin incidentes, sin embargo estos dos estados fueron la excepción. La población local, apegada a sus iglesias , vio en el inventario una profanación y reaccionó con extrema violencia.

El presidente no podía creer la resistencia del pueblo, pues no veía más que beatas y ancianos en las filas de los manifestantes, creía que los católicos carecían de virilidad… cuando en realidad la lucha estaba por comenzar.

Dos días antes de la suspensión de los cultos, un miembro de la comunidad católica fue fusilado en Puebla, por haber cometido el crimen de tener afuera de su tienda un cartel con la leyenda: “¡Viva Cristo Rey!”, futuro grito de guerra de aquellos a quienes el gobierno llamaría en tono de burla: “Cristeros”.

Los inventarios del mes de agosto acabaron de movilizar a la población, donde hubo resistencia, los pueblos fueron sitiados y las iglesias defendidas por centenares de manifestantes. El traumatismo experimentado la noche del 31 de julio es el origen directo de la insurrección. A la mañana siguiente Aurelio Acevedo preparaba sin más tardanza una guerra, visitando a todos sus compañeros del sindicato campesino de Valparaíso. En Cocula (Jalisco), desde el 1ero de agosto la iglesia estaba custodiada permanentemente por 100 mujeres en el interior y 150 hombres en el atrio. En agosto, se organizaron peregrinaciones de un pueblo a otro haciendo acto de fe públicamente; de San Martín Hidalgo, 9000 personas fueron descalzas a Cocula, llevando los estandartes de los sindicatos católicos; De Cocula, 11,000 personas marcharon a San Martín y de allí a Atemajac de Brizuela, en dichas peregrinaciones se cantaba el himno guadalupano ‘Viva Cristo Rey’. El 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe dió motivos para nuevas peregrinaciones, que eran otras tantas asambleas públicas de la Unión Popular en las cuales se cantaban los misterios del rosario y se discutía la opción de tomar las armas.


Los choques con el gobierno se multiplicaban y Victoriano Ramírez (futuro gran jefe de guerra de los Altos de Jalisco) dijo: ‘No hay más remedio nomás de echar cocolazos’. Esta opinión era compartida por los pueblos de Michoacán, Jalisco y Durango, cuyos habitantes reunidos en asamblea se preguntaban: “¿Qué vamos a hacer?” contestando al unisono: “¡Una revolución!.

El 2 de agosto en Acámbaro la multitud amotinada asesinó a dos ingenieros, ya que, los habían confundido por militares por su atuendo color caqui, ante esto, el gobierno hizo fusilar a numerosas personas como represalia.

Fueron los enfrentamientos entre el gobierno y los “cristeros” lo que ocacionó la guerra.




B. -La explosión (Enero de 1927)

“Señores, pongan cuidado, lo que les voy a cantar, se levantaron en armas los de la Unión Popular”.

En los primeros días de enero, toda la zona controlada por la Unión Popular (UP), es decir, el estado de Jalisco y las zonas límitrofes de Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán obedecieron la orden del levantamiento general decidido por todos los delegados de la UP.

En el norte de Jalisco. Jalapa, Chimaltitlán, Villa Guerrero, Florencia, El Teúl, Tlaltetango, Nochistlán, Momax, Juchipila, Bolaños, Colotlán y toda la región de los Cañones se sublevaba en masa en seguimiento a Pedro Sandoval, Teófilo Baldovinos y “Chema” Gutierrez. El 1° de enero, jefes de la UP se reunían y juraban “sobre el santo Cristo defender su Santa Causa de Cristo Rey y de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe hasta vencer o morir”, empezaron a unirse por grupos de 8 a 15 hombres dejando a sus esposas, armados con machetes y rifles viejos. El 15 de enero cayó Pedro Sandoval sobre El Teúl y el 18, uniendo sus fuerzas a las de Teófilo Baldovinos y Chema Gutiérrez sorprendió con 700 hombres al 40° batallón de Nochistlán, algunos días después, con Felipe Sánchez atacó la guarnición de Tlaltenango.

Los levantamientos se realizaron entre el 28 de diciembre de 1926 y el 10 de enero de 1927 en Jalapa, Tenayuca, Calvillo, Villa del Refugio, Plateado y Villanueva. De los 145 hombres de Gutiérrez, 85 estaban armados y en los demás grupos apenas había más de un fusil para 15 soldados. A fines de mes, Pedro Sandoval cayó preso y el gobierno pensó que la rebelión había sido “aplastada”, pero Sandoval logró escapar y en mayo, él, junto con Chema Gutiérrez reunieron a 1,300 soldados en la asamblea general en Totatiche. En todos los pueblos de esta región los jefes de la UP habían dado la orden precipitada  del levantamiento y en ciertos lugares la llegada del ejército provocó la insurrección inmediata.

La concentración se fijó para el 2 de enero, pero San Diego de Alejandría se levantó el 1°. Cecilio Valtierra encontró en el poblado una peregrinación de mujeres que de rodillas cantaban las alabanzas: ‘Tropas de Jesús sigan su bandera, no desmaye nadie, vamos a la guerra’. El 2 de enero a las 7:00 a.m. una multitud de hombres mal armados marchaba hacia San Francisco del Rincón, tomado ya por los de San Diego y de Purísima, cuando se supo que el ejército llegaba en camiones desde León no quedó más remedio que marchar a la montaña, en donde varios de los soldados declinaron, entre ellos, los que no tenían armas y otros regresaron a sus casas. Cuando las tropas del general Maximino Ávila Camacho llegaron, no encontraron a nadie.

Se estuvieron organizando juntas secretas y cuando el número de comprometidos llegó a 300, se fijó la fecha de levantamiento al 6 de enero. Días antes, el 2 de enero se había hecho una asamblea de la UP para decidir cuáles serían las actitudes ante las provocaciones del gobierno, el cual, todas las noches hacía disparar en las calles del pueblo.

El 8 y el 9 estalló el levantamiento y se fusiló al presidente municipal y al comisario agrario, a las 10 p.m. los cristeros escasos de municiones, tuvieron que evacuar, no sin haber dado muerte a 93 soldados, entonces, dió comienzo el saco de Cocula. Ante la represión, el vecindario apeló a la fuga. El 13 de enero, José Santos Aguilar y su hermano Francisco fueron decapitados, el coronel sería recordado por el pueblo como “Mano Negra”.

Los jefes de la UP de Ameca eran Julio Topete y Esteban Caro, el cual, llegó a ser el terror de los federales  a la cabeza de sus 500 cristeros. En enero de 1927, multitudes movidas por la creencia en el levantamiento general en toda la república y seguras de obtener la victoria trataron de repetir la toma de Jericó. En otros lugares, los movimientos de 1926 que habían sobrevivido seguían desarrollándose; por doquier, la consigna insurreccional tuvo el efecto de acelerar unos movimientos en vías de organización y obligarlos al almacenamiento inmediato cuando nada estaba dispuesto.

En todas partes, los jefes abrumados se convencían de que ya no era posible soportar una tan prolongada época de indecisión sin elementos ni dirección.




C. El ejército federal

El ejército federal se conoce en el pueblo con el nombre de Federación, abreviatura de Fuerzas Armadas de la Federación. El ejército mexicano es consustancial (inherente) con el gobierno, por así decirlo, es un instrumento que lo compone en parte, en esta rebelión, significó un “Brazo” para el gobierno y miraba a la Iglesia como su adversaria personal. A causa de la misma, el ejército recibió una gran “tajada” del presupuesto nacional, suma contada en millones de pesos (absorbía del 25 al 45% del presupuesto) siendo el presupuesto sobrepasado en 1929 a causa de la rebelión escobarista. La guerra, “Drenaje importante de los recursos financieros del gobierno” agravó la depresión económica desde 1926.

Es importante mencionar que el ejército sufrió una serie de descensos en su personal:
22 de junio de 1927       = 79,759 hombres
14 de febrero de 1928   = 76, 243 hombres
12 de junio de 1928       = 72, 441 hombres
11 de junio de 1929       = 70, 367 hombres
1 de diciembre de 1929 = 59, 596 hombres

D. La palabra y el ataque

Los Altos de Jalisco debían ser reconquistados inmediatamente, con objeto de que la rebelión no se extendiera y la UP  no tuviera tiempo de instalar su gobierno. La guerra fue una “sorpresa inaudita” para este pueblo que creía que una simple demostración de fuerza sería suficiente para derribar al mal gobierno. Los ricos y los poderosos, con los cuales se contaba para financiar el movimiento, huyeron a Guadalajara y a la capital de la República para no volver. Los Altos habían permanecido a salvo, relativamente, durante los años de la revolución e ignoraban el oficio de las armas. En cada pueblo reconquistado dejaba el ejército una guarnición, sin dejar jamás a los cristeros la ventaja del número. El secretario de Guerra: Joaquín Amaro, dirigió la campaña una vez que el general Ferreira, comandante de la zona militar se mostró ineficaz para el cargo.

Del 14 de enero al 28 de febrero, Ferreira con los refuerzos llegados de toda la República y la ayuda de los irregulares de Cedillo, concentrados sobre la región de San Francisco del Rincón lanzó cuatro ofensivas el los Altos y en el norte del estado.

E. La consolidación (Julio de 1927 julio de 1928: De la llegada del general Gorostieta a la muerte de Obregón)

El agregado militar norteamericano había advertido entre los cristeros la auscencia, notable de un jefe supremo. Se necesitaba  alguien que dirigiera el movimiento con inteligencia militar, creyó encontrar al fin este hombre en la persona del general Enrique Gorostieta, perteneciente a una familia de Monterrey, descendiente de un héroe de la guerra de la Independencia, un liberal dentro de la tradición del siglo XIX. La liga fue en busca de este hombre, el cual, en la fuerza de la edad y lleno de odio hacia Obregón y Calles, aprovechó la ocasión de vengarse, no dejando atrás la oportunidad de conseguir dinero; Entró al servicio de la Liga como mercenario, por $3000 oro al mes y la Liga suscribió además, un seguro de vida de $20,000.

En octubre y noviembre de 1927, cuando el ejército federal tuvo que ceder para hacer campaña en Veracruz, contra Gómez los cristeros llegaron a ser tan fuertes en Jalisco que los federales “ya no podían más”. A finales de enero de 1928 se podían calcular 25,000 cristeros en armas, activos en Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Aguascalientes, México, Zacatecas, Puebla, Oaxaca, Morelos y Veracruz.

En Michoacán, la concentración de las poblaciones civiles era echar leña al fuego, puesto que 8000 cristeros se encontraban armados en el oeste. En Guanajuato, la situación empeoraba y comenzaban a organizarse 2500 hombres; el alzamiento general era un hecho en Aguascalientes: 2000 cristeros, de los cuales 500 en los confines de Jalisco, 3000 en Zacatecas, 1200 solamente en el estado de México, donde el gobierno se vio obligado a lanzar 6 regimientos y 2 batallones en persecución a Benjamín Mendoza.

El prelado era más que clarividente; a mediados de 1928, los cristeros no podían ser vencidos, lo cual constituía una gran victoria; pero parecía a punto de caer. El asesinato de Obregón fue llevado a cabo por un católico: José de León Toral.

F. De la muerte de Obregón al Putsch Escobarista (Agosto de 1928 a febrero de 1929)

Durante 7 meses, la división creciente entre “La facción obregonista” frustrada de su triunfo por la muerte de su jefe y la “Facción callista”, que el genio político mantenía contra viento y marea, obraba a favor de los cristeros. En las tres grandes regiones en que los cristeros se habían implantado sólida y masivamente, proseguía la lenta ventaja sobre el ejército federal. En julio, el asesinato de Obregón había provocado una pausa de una parte y de otra dándole a Calles 7 meses para repararse. La guerra se reanudaba para los cristeros...

En febrero la situación se fue deteriorando rápidamente, tres cuadrillas operaban a partir de Guadalajara, Michoacán, Colima, Aguascalientes y Guanajuato. A mediados de mes, el gobierno federal se vio obligado a disminuir en un 30% los salarios de los funcionarios para financiar la campaña; el 10 saltó el tren presidencial y el 16 los sabotajes causaban tres catástrofes ferroviarias cerca de Cuernavaca, San Luis Potosí y Yurécuaro. El 20 de febrero y posteriormente el 25, entraron los cristeros en Guadalajara.

G. Apogeo del movimiento cristero (De marzo a junio de 1929).

A principios de marzo de 1929, los generales Manzo y Escobar se rebelaron contra el gobierno Calles-Portes. El bloque del noroeste contaba 25,000 hombres como máximo. Los pretorianos obregonistas, dueños de la situación en julio de 1928, habían aguardado demasiado y se habían dejado aislar geográfica y políticamente, su sublemación no tenía posibilidad alguna de victoria, por lo cual, los escobaristas trataron de ganarse a los católicos aboliendo la legislación de Calles en su zona y estableciendo un pacto con Gorostieta; este último hizo de la situación un análisis frío: Manzo y Escobar no eran más que unos generales sin escrúpulos y unos políticos hundidos, cuya improbable victoria no habría cambiado en nada la situación de la República, al contrario, la agrava.  

Finalmente se optó por una alianza. El 19 de marzo, los cristeros se quedaron con Cocula, al final, de una batalla en la que contendieron 1500 con otros tantos federales; mientras, en Colima y Michoacán los cristeros procedían a la misma limpieza de su región, Degollado podía escribir a Gorostieta: “La división del Sur de Jalisco está limpia de enemigos”.

El gobierno no podía dejar a los cristeros asentarse en el Bajío y tomar a Guadalajara por lo cual recurrió a los servicios de Saturnino Cedillo. Cedillo dividió sus 1200 hombres en tres columnas que abandonaron la vía férrea de Lagos para entrar en los Altos. Mientras una cubría los Altos para prevenir posibles golpes de mano del norte y del este.

Después de una serie de acontecimientos el movimiento cristero se hallaba en su apogeo: Gorostieta y Degollado disponían en el oeste de 25000 hombres armados y organizados, en el resto del país había 25000 mejor o peor organizados.


Gorostieta pensaba en la elecciones presidenciales como una salida posible, la otra solución fue la de los arreglos, trató de disuadir a los obispos poniéndolos en guardia contra sus protagonistas mostrándoles la fuerza de la guardia Nacional, sin embargo sabía que una vez hecha la paz, no le quedaría más remedio que inclinarse, porque en cuanto abrieran las iglesias se irían todos sus allegados. Él no luchó por la libertad religiosa únicamente, sino para todas las demás. 

5) CONSECUENCIAS

Durante mucho tiempo la Iglesia y el Estado, mantuvieron un profundo silencio con respecto al conflicto. Nunca se pensó hacer algún balance de la actuación de ambas partes en el problema.

La Guerra Cristera dejó una huella profunda en la vida pública mexicana; contribuyó a la conformación de un movimiento social y partido político de distinta orientación ideológica; el más importante de todos fue el sinarquismo.

-Relaciones Estado-Iglesia

Años más tarde las parroquias realizaron severas críticas respecto a la educación que impartía el Estado a través de las escuelas oficiales, muchos curas amenazaban con excomulgar a quienes mandaran a sus hijos a estudiar a escuelas del gobierno, mientras que los padres de familias católicas se les amenazaba con la prisión si mandaban a sus hijos a escuelas parroquiales; por lo que el conflicto entre la iglesia y el estado continuaba y afectó de manera severa a la educación.

-Papel y acciones de la Iglesia

Los obispos mexicanos tomaron la decisión de suspender los cultos en los templos y autorizaron que se pudieran realizar en casas particulares.

Muchos creyentes se levantaron en armas como protesta en contra del gobierno; como respuesta a esto, el gobierno persiguió a los cristeros y consideró ilegales los actos de culto realizados fuera de los templos, encarcelando y fusilando a los transgresores.

Tiempo más tarde los obispos llegaron a un arreglo con el gobierno en el sentido de reanudar los cultos, calmar a los insurrectos y a cambio el gobierno dejaría de inmiscuirse en los asuntos internos de la iglesia a la que no se le reconocía, de todas formas, personalidad jurídica alguna y tampoco se permitió (de manera oficial) la existencia de escuelas religiosas.

La Ley de Calles se suspendió, pero no fue derogada y en 1988 se hizo una reforma en el artículo 130 de la Constitución, en donde se le otorga personalidad jurídica a la Iglesia.

La Guerra Cristera trajo como consecuencia la muerte de más personas durante la Revolución mexicana y una profunda división entre la población. Se calcula que hubieron aproximadamente 90 000 combatientes muertos: 56 882 oficiales, soldados y agraristas y 30 000 cristeros, más la población civil y los cristeros muertos por los ataques sorpresa posteriores a los arreglos que habían llegado con el gobierno.